jueves, 13 de noviembre de 2008

De lo salvaje




Para Antonio, uno de tantos, uno de tan pocos.

Por favor, recuerde que todo lo grande se debe a la pasión […].

NB: Hace poco tiempo leí esta frase, y he creído conveniente reproducirla aquí, más que nada, porque fue escrita por el autor al que hoy dedico esta particular reseña.

Algunos lectores, me reprochan que no suelo escribir sobre novelas de aventuras en este sitio. Rara cuestión en un espacio dedicado a la LIJ... Y les doy la razón. No sé a qué se debe (excepto aversión, cualquier cosa), así que hoy, con tal de joder, voy a escribir sobre Jack London.
Desconocedor de su propia infancia (paradójico aspecto, ya que sus obras más conocidas han sido leídas, tradicionalmente, por el público juvenil), Jack London nació en San Francisco en 1876. Hasta los trece años, estudió en diversas escuelas rurales y centros de Oakland, donde, gracias al interés de una bibliotecaria (destaco este punto ya que a este gremio, le encantan semejantes datos), adquirió un gusto por la lectura que conservó durante el resto de su vida. Tras fregar cubiertas de yates, repartir periódicos y trabajar en industrias conserveras, se convirtió en ladrón de ostras. Después de innumerables avatares y viajes, Jack London, socialista convencido y conocedor de la sociedad de su tiempo, engendró numerosas obras que hoy se cuentan entre las clásicas de la Literatura.
En El silencio blanco, La llamada de lo salvaje o Colmillo blanco, destaca la violencia y la rebeldía del ser solitario, capaz de luchar a lo largo de su propio camino, subrayando el enfrentamiento entre el Hombre y lo vasto de la naturaleza.

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