martes, 24 de febrero de 2009

Gigantes y viajes


Hace unas semanas, el mundo de la Ciencia, sobre todo la parcela de las ciencias naturales (Biología y Geología), celebró el bicentenario del nacimiento de Charles Darwin (doce de febrero de mil ochocientos nueve). Seguramente, algunos de ustedes, se pregunten porqué un “profesorcete” de ciencias naturales como el que escribe, no hizo una reseña bibliográfica para recordar ese día. Lo único que les puedo decir es que hay pocos libros “infantiles y juveniles” (lo entrecomillo porque a veces esta categoría pierde su sentido) que tengan un buen asesoramiento científico, por lo que la mayor parte sufren de ciertas faltas imperdonables y por ello preferí abstenerme de recomendar cualquier título. Si la fecha de la efeméride hubiese sido la de hoy, las tornas hubieran cambiado. Hoy sí tengo un título a la medida de las circunstancias.
Antes de reseñar me creo en deuda, una vez más, con Dani, uno de los fieles a esta sarta de divagaciones (al que ahora veo poco por aquí), por recomendarme el título de hoy. Los últimos gigantes, de François Place (editorial Blume), cuenta las andanzas de un explorador y viajero que, como Darwin, buscaba algo por descubrir. Después de muchos kilómetros recorridos y tras atravesar tierras vírgenes, da con la Tierra de los Gigantes… Con un fondo perturbador, este álbum ilustrado, orientado hacia lectores afianzados (a partir de ocho años diría yo) y de pequeñas dimensiones, se podría considerar como un diario de viaje en el que las acuarelas de los paisajes y estampas descubiertas, son capaces de trasladarnos a las grandes travesías científicas del siglo XIX, no sin transmitirnos un mensaje: lo desconocido, lejos de caer en el olvido, sobrevive a la devastadora mano del hombre que, en afán de su propia notoriedad, quiebra los lazos del equilibrio terrestre.

1 comentario:

El Caballero dijo...

Oh, qué hermoso blog tienes... me ha encantado, principalmente por el hecho de que me siento muy identificado en ti... a veces la escritura lo representa todo para mí... pero en otras ocasiones desearía tener el coraje (pues de él caresco en su totalidad)para quemar mi manuscrito. ¿Me harías el honor? Sería un placer recibirte en mi morada y compartirte mis lecturas y escritos. Todo mi cariño y afecto. Au revoir.