viernes, 4 de noviembre de 2016

Hablando de LIJ con... Carme Solé Vendrell


Román Belmonte: Su nombre, junto al de Ulises Wensell, Pilarín Bayés, Miguel Calatayud, Luis de Horna o Asun Balzola, es ya historia en el mundo de la ilustración infantil, pero ¿qué es la ilustración infantil para Carme Solé Vendrell?
Carme Solé Vendrell: Ilustrar es dar forma visual a un texto o a una idea, de modo personal y único. García Márquez al ver las ilustraciones que hice para su cuento La luz es como el agua, me lo dedicó: “Escrito para que Carme lo hiciera ver”. Así, magistralmente, contó lo que es ilustrar.


R.B.: De entre todos los libros para niños que ha ilustrado, escoja uno y dígame porqué...
C.S.V.: Los niños del mar de Jaume Escala. Nos dieron el premio Octogone la Fonte de la crítica francesa por considerar que marcaba un punto de inflexión en los álbumes ilustrados. Para mí es importante por su temática, porque habla de los niños que no tienen acceso a los libros, plantea la tragedia de los niños que viven en la calle en un trayecto que pasa por los temas mas recurrentes en la literatura infantil haciendo un parangón con la vida de los que no tienen nada. Un libro fundamental que en este momento está descatalogado.



R.B.: Yo las quería es uno de esos álbumes ilustrados que siempre he tenido presente, no sólo como niño, sino como adulto. Me encanta el tratamiento tan sútil y poético que en él se hace sobre el dolor, la muerte, el duelo, la transición a la vida adulta o las relaciones paterno-filiales. ¿Fluye ese lenguaje fácilmente a través del pincel o es un proceso complejo de interiorización-exteriorización?
C.S.V.: Este es uno de los libros que más me ha costado ilustrar. Justamente porqué cuenta mi historia. Tuve que ilustrar mis recuerdos más hermosos y más dolorosos al mismo tiempo. Lo hermoso de tener una madre como la mía y lo duro que fue para mí perderla.


R.B.: Me llama mucho la atención que la mayoría de sus personajes aparezcan frecuentemente con los párpados entornados, como una mirada soñolienta. ¿Es sólo una marca identificativa o tiene algún significado?
C.S.V.: La mirada es muy importante en mi obra. Quizá sí. Hay sueños en las miradas, deseos, tristezas y gozos, pero siempre son algo central en mis dibujos. Las personas contamos con la mirada, nos expresamos.


R.B.: Pedro y su roble, Los niños del mar, La luna de Juan... A mi juicio, su obra está cargada de gran sensibilidad, ¿cree usted que los niños del siglo pasado éramos más sensibles o que a los de hoy día no se les ayuda a extraer todas esas emociones?
C.S.V.: Creo que los niños que fuimos teníamos un mundo muy distinto del que tienen ahora los pequeños que nos rodean. Nosotros no teníamos apenas nada. Hasta los 70 apenas la televisión tenía influencia, ahora con tanta información se dispersan y no tienen tiempo para soñar, para estar en calma. Los niños son niños y tienen emociones y deben tener espacios para confrontarlas.


R.B.: A pesar de ser una artista polifacética en lo que a ilustración infantil se refiere, se le podría calificar como una ilustradora tradicional. ¿Qué tienen las técnicas como la acuarela o el gouache que las hacen tan adecuadas a la mirada infantil?
C.S.V.: La técnica está al servicio de lo que queremos contar. Las técnicas tradicionales tienen la calidez del material, la vibración del que las hace. Ahora, casi diría que sorprenden. Recientemente he ilustrado un libro para un editor francés, lo he pintado con acrílico, está teniendo un éxito extraordinario, sorprende el tipo de ilustración, como si fuera algo nuevo!


R.B.: Usted se incluye dentro del grupo de autores que lucharon por una nueva literatura infantil en los años 70 y 80 en una España tan distante entonces de Europa y otros países en los que la literatura infantil era una realidad. ¿Qué premisas guiaron su trabajo y cuáles otras dejó a un lado a la hora de enfrentarse a un nuevo momento?

C.S.V.: Nosotros fuimos autodidactas y eso nos hizo mas difíciles los primeros pasos, pero al mismo tiempo, fuera de maestros influyentes, encontramos nuestro lenguaje personal. Mi premisa ha sido siempre hacer lo mejor, dar el máximo, sencillamente, no dar nada por bueno hasta conseguir que contara lo que yo quería, y sigo así.

R.B.: ¿Qué ha cambiado desde entonces en el panorama editorial para niños?
C.S.V.: Hay muchos más libros pero hay muchos que no tienen ningún interés y saturan el mercado. El público se pierde entre tantos títulos y los libros duran muy poco en las librerías. Habría que crear la necesidad, como se hace con tantas otras cosas que no merecen la pena. La cultura y la educación merecen un mejor espacio.


R.B.: Desde unos años a esta parte se han empezado a reeditar libros de producción propia que parecían condenados al olvido o relegados a los depósitos bibliotecarios. ¿Por qué cree que está tan presente en nuestra ideosincrasia el renegar de lo nuestro y ensalzar lo venido de fuera?
C.S.V.: Somos provincianos y además, a los editores les cuesta menos coeditar que editar ellos desde el principio. Aunque hubo editores que apostaron por crear y vender fuera, consiguiendo revertir el proceso, esto no ha sido y no es lo más frecuente. No sé si queda alguno.
R.B.: ¿Se puede hablar de ilustración infantil española propiamente dicha? ¿Qué características conjuntas presentan los ilustradores de aquí que les imprimen carácter propio y los diferencian de otros?
C.S.V.: Hay globalización, como en todo. Salvo en casos aislados, no veo grandes diferencias con lo que se hace en otros lugares. Aquí hay muy buenos profesionales, ilustradoras e ilustradores magníficos que trabajan también para editoriales extranjeras.
R.B.: ¿Cree usted que la mujer se encuentra más cómoda en el ámbito de la literatura infantil que en otros ámbitos, o se ha topado con hostilidades sexistas dentro del mundo editorial?
C.S.V.: Creo que es de los pocos sectores donde la mujer ha encontrado un espacio que no le fuera hostil. Hay un detalle curioso que nos ha dejado espacio a las mujeres, quizás tenga algo que ver... He conocido algunos pintores que querían ser ilustradores y cuando vieron el percal se dedicaron a la pintura. Queda dicho.


R.B.: Después de tantos años trabajando, seguro que se le han quedado cosas en el tintero, ¿qué obra de las que no ha ilustrado le hubiera gustado ilustrar?
C.S.V.: Tengo un proyecto con Juan, el de la Luna, que quisiera hacer. Una trilogía que cerraría la ausencia que mi madre dejó en mi al morir tan joven siendo yo tan niña. Pero sabe, aunque no me falte reputación ni credibilidad, no me es fácil encontrar editor.
R.B.: Con su experiencia y bagage, ¿qué consejos le daría a un ilustrador en ciernes?
C.S.V.: Que no se deje vender y haga lo que crea mejor, que busque su propio estilo al margen de las modas y que dibuje a mano también. Me encontré en Colombia con jóvenes ilustradores que sólo sabían dibujar por ordenador y eran buenos, pero te enseñaban lo que hacían al dibujar al modo tradicional y estaban perdidos. Se sentían mal. Saber dibujar es imprescindible.
R.B.: A modo de despedida y para divertirnos un poco, ¿a qué juega, cuál es su plato favorito y qué lecturas prefiere la Sra. Solé Vendrell?
C.S.V.: Juego al Rummikub en Menorca con mis amigas y a pelota con mis nietos, siempre he sido buena con el balón. Mi plato favorito es el “pa amb tomàquet i truita”, la cosa mas sencilla y la mejor. Suelo leer narrativa aunque me gusta cuando tiene algo que ver con cosas vividas, me gustan los clásicos y algunos autores contemporáneos de los que soy una fan empedernida. Me gusta la literatura, el modo cómo me cuentan las cosas más que lo qué me cuentan.

Carme Solé Vendrell (Barcelona,1 de agosto de 1944) es una de nuestras ilustradoras más queridas y reconocidas. Tras especializarse en pintura en la Escola d'Arts i Oficis Massana de la Ciudad Condal, publicó en 1968 su primer libro y desde entonces ha trabajado en más de trescientos títulos entre los que se deben destacar Cepillo (Premio Lazarillo 1981), La luna de Juan (su primer libro realizado íntegramente por ella y publicado en 1982), El aniversario (1983), Yo las quería (Premio Apel.les Mestres 1983) y Los niños del mar (1991). En todos ellos destacan el amplio sentido poético, la expresividad de sus personajes, la importancia del paisaje como vínculo emocional con estos y el uso de técnicas tradicionales de ilustración como la acuarela, el gouache, el lápiz de color o la tinta china. Dos veces condecorada con el Premio Nacional de Ilustración -la primera (1979) por El niño que quería volar, Peluso y la cometa y Pedro y su sable, y la segunda (2013) como reconocimiento a toda su carrera-, Carme Solé Vendrell, además de obtener otros muchos galardones, también ha sido candidata al premio Andersen en dos ocasiones, lo que pone en evidencia el reconocimiento y admiración que, tanto dentro de nuestras fronteras, como fuera de ellas, le tiene el mundo de la Literatura Infantil y Juvenil.

1 comentario:

Carmen dijo...

Gracias por ofrecer este entrañable reportaje.¡ Hasta pronto!