miércoles, 9 de mayo de 2018

En el bosque de la vida...



Si ayer me detenía en un libro con mucho swag, hoy le llega el turno a ese sentimentalismo que de vez en cuando me sobrecoge y emerge tras visitar a solas y descalzo cualquier rincón provisto de vegetación frondosa y tranquila que  ilumina mi subconsciente. Es por ello que les animo a acercarse a algún cauce y meter los pies en el agua fresca del río mientras el sol les da en la cara. Y rejuvenecerán. Más todavía si llevan un libro como el de hoy encima…


El bosque de Riccardo Bozzi, Valerio Vidali y Violeta Lópiz (editorial Milrazones) es una rara creación, de esas que sorprenden y llenan a partes iguales. Es uno de esos álbumes que destilan poesía por los cuatro costados, no sólo porque tiene cierta vis de libro de autor (también los llaman álbumes de artista), sino por la creación de un discurso narrativo bello y complejo…


En realidad el bosque, además de una propuesta estética muy cuidada en la que abundan los amplios espacios en blanco (parece como si los autores abrieran un espacio a nuestros pensamientos y emociones, ¿no creen?), no deja de ser una metáfora de nuestra propia vida, de cómo la mirada se torna hacia nosotros mismos para concienciarnos de que estamos inmersos en el juego de la naturaleza y las reglas que esta ha dispuesto para todos los que la conformamos. Desde el germen al bosque. Del bosque a las semillas… Un recorrido idóneo para hablar de un fenómeno, el de la vida, también de vaivén, también circular, y en el que también hay cabida para hallar nuevos caminos por los que transitar sin olvidar salida y meta.


A todo ello hay que añadir el juego de miradas que se establece en sus páginas plegadas, gofradas (repujado en papel para producir un estampado en relieve) y troqueladas. Texturas que acariciar, mirillas a través de las que espiar y adivinar nombres propios entre el follaje; ventanas todas ellas de un mundo que se abre en ese pasar de páginas, cosas que parecen ser unas y después se trocan en otras. En definitiva, mirar el mundo barajando anticipación y exploración (¿Acaso no tienen estas ilustraciones mucho de Henri Rousseau, de sus escenarios selváticos?) en esa jungla interior que guarda cualquier ser humano.


Y con muchas más cosas que decir pero sin pronunciarlas, les dejo penetrar en la espesura de este libro con tantos niveles discursivos como lectores, y que seguramente habrá dado más de un quebradero de cabeza a sus autores. Es lo que tienen las cosas bien hechas: que gustan.

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